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Las ganancias de Pablo
1 Por lo demás, hermanos míos, regocíjense en el Señor. A mí ciertamente no me es molesto escribirles las mismas cosas y para ustedes son una protección.
2 Cuidado con los judaizantes,* Lit. perros. con los malos obreros y con la mutilación. 3 Porque nosotros somos los circuncidados, los que servimos por el Espíritu de Dios. Nos enaltecemos en Cristo Jesús sin tener confianza en el cuerpo, 4 aunque yo, si quisiera, podría también confiar en el cuerpo.
Si alguno supone que puede confiar en el cuerpo, yo más: 5 circuncidado al octavo día, de linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la Ley, fariseo; 6 en cuanto a ardor, perseguidor de la iglesia; según la justicia de la Ley, fui irreprensible.
7 Todas las cosas que eran ganancias para mí, las conté como pérdida por amor a Cristo. 8 Aún considero que todas las cosas son pérdida por causa de la insuperable grandeza del conocimiento de Cristo Jesús mi Señor. Todas las cosas se perdieron por amor a Él, y las considero como estiércoles para ganar a Cristo 9 y ser hallado en Él.
Mi justicia no se basa en la Ley, sino en la fe en† Lit. de. Cristo, que es de Dios, 10 a fin de conocerlo a Él y el poder de su resurrección, y participar en sus padecimientos al ser como Él en su muerte, 11 a fin de llegar‡ Lit. si en alguna manera llego. a la resurrección de entre los muertos.
La meta
12 No digo que ya lo alcancé, ni que ya sea perfecto. Pero prosigo a fin de alcanzar aquello para lo cual también fui alcanzado por Cristo Jesús. 13 Hermanos, yo mismo no considero haberlo alcanzado, pero una cosa hago: al olvidarme ciertamente de las cosas de atrás y extenderme hacia adelante, 14 prosigo hacia la meta, hacia el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
15 Todos los que somos maduros en la fe pensemos esto. Si piensan algo distinto, Dios también les revelará esto. 16 Pero seamos fieles en aquello que alcanzamos.
17 Hermanos, sean imitadores de mí, y observen a los que actúan según el modelo que tienen en nosotros.
18 Porque andan muchos de los cuales frecuentemente les hablaba, y aún ahora les digo con lágrimas, que son enemigos de la cruz de Cristo, 19 cuyo fin es la destrucción. Su dios es su estómago y su resplandor es su vergüenza, quienes piensan en lo terrenal.
20 Pero nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también ansiosamente esperamos al Salvador, el Señor Jesucristo. 21 Él transformará nuestro humilde cuerpo para que sea semejante a su glorioso cuerpo, según la operación de su poder que somete todas las cosas a Él mismo.