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CARGA del valle de la visión. ¿Qué tienes ahora, que toda tú te has subido sobre los terrados?
Tú, llena de alborotos, ciudad turbulenta, ciudad alegre; tus muertos no son muertos a espa­da, ni muertos en guerra.
Todos tus príncipes juntos huyeron del arco, fueron atados: todos los que en ti se hallaron, fueron atados juntamente, aun­que lejos se habían huído.
Por esto dije: Dejadme, lloraré amargamente; no os afanéis por consolarme de la destrucción de la hija de mi pueblo.
Porque día es de alboroto, y de huella, y de fatiga por el Señor DIOS de los ejércitos en el valle de la visión, para derribar el muro, y dar grita al monte.
Y Elam tomó aljaba en carro de hombres y de caballeros; y Kir descubrió escudo.
Y acaeció que tus hermosos valles fueron llenos de carros, y los de a caballo acamparon a la puerta.
Y desnudó la cobertura de Judá; y miraste en aquel día hacia la casa de armas del bos­que.
Y visteis las roturas de la ciu­dad de David, que se multiplica­ron; y recogisteis las aguas de la pesquera de abajo.
10 Y contasteis las casas de Jerusalem, y derribasteis casas para fortificar el muro.
11 E hicisteis foso entre los dos muros con las aguas de la pes­quera vieja: y no tuvisteis respe­to al que la hizo, ni mirasteis de lejos al que la labró.
12 Por tanto el Señor DIOS de los ejércitos llamó en este día a llanto y a endechas, a mesar y a vestir saco.
13 Y he aquí gozo y alegría, matando vacas y degollando ovejas, comer carne y beber vino, diciendo: Comamos y bebamos, que mañana morire­mos.
14 Esto fue revelado a mis oídos de parte del SEÑOR de los ejér­citos: Que este pecado no os será perdonado hasta que muráis, dice el Señor DIOS de los ejérci­tos.
15 El Señor DIOS de los ejérci­tos dice así: Ve, entra a este teso­rero, a Sebna el mayordomo, y díle:
16 ¿Qué tienes tú aquí, o a quién tienes tú aquí, que labraste aquí sepulcro para ti, como el que en lugar alto labra su sepultura, o el que esculpe para sí morada en una peña?
17 He aquí que el SEÑOR te trasportará en duro cautiverio, y de cierto te cubrirá el rostro.
18 Te echará a rodar con ímpetu, como a bola por tierra larga de términos: allá morirás, y allá estarán los carros de tu gloria, oh vergüenza de la casa de tu señor.
19 Y arrojarte he de tu lugar, y de tu puesto te empujaré.
20 Y será que, en aquel día, lla­maré a mi siervo Eliacim, hijo de Hilquías;
21 Y vestirélo de tus vestiduras, y le fortaleceré con tu talabarte, y entregaré en sus manos tu potes­tad; y será padre al morador de Jerusalem, y a la casa de Judá.
22 Y pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; y abrirá, y nadie cerrará; cerrará, y nadie abrirá.
23 E hincarélo como clavo en lugar firme; y será por asiento de honra a la casa de su padre.
24 Y colgarán de él toda la honra de la casa de su padre, los hijos y los nietos, todos los vasos meno­res, desde los vasos de beber hasta todos los instrumentos de música.
25 En aquel día, dice el SEÑOR de los ejércitos, el clavo hincado en lugar firme será quitado, y será quebrado y caerá; y la carga que sobre él se puso, se echará a perder; porque el SEÑOR habló.