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OH SEÑOR, tú eres mi Dios: te ensalzaré, alabaré tu nombre; porque has hecho maravillas, los consejos antiguos, la verdad firme.
Que tornaste la ciudad en mon­tón, la ciudad fuerte en ruina: el alcázar de los extraños que no sea ciudad, ni nunca jamás sea reedificada.
Por esto te dará gloria el pueblo fuerte, te temerá la ciudad de naciones robustas.
Porque fuiste fortaleza al pobre, fortaleza al menesteroso en su aflicción, amparo contra el turbión, sombra contra el calor: porque el ímpetu de los violentos es como turbión contra frontispi­cio.
Como el calor en lugar seco, así humillarás el orgullo de los extraños; y como calor debajo de nube, harás marchitar el pimpo­llo de los robustos.
Y el SEÑOR de los ejércitos hará en este monte a todos los pueblos convite de engordados, convite de purificados, de grue­sos tuétanos, de purificados líquidos.
Y deshará en este monte la máscara de la cobertura con que están cubiertos todos los pueblos, y la cubierta que está exten­dida sobre todas las naciones.
Tragará la muerte para siem­pre; y enjugará el Señor DIOS toda lágrima de todos los rostros: y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra: porque el SEÑOR lo ha dicho.
Y se dirá en aquel día: He aquí éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará: éste es el SEÑOR a quien hemos espera­do, nos gozaremos y nos alegra­remos en su salvación.
10 Porque la mano del SEÑOR reposará en este monte, y Moab será trillado debajo de él, como es trillada la paja en el muladar.
11 Y extenderá su mano por en medio de él, como la extiende el nadador para nadar: y abatirá su soberbia con los miembros de sus manos:
12 Y allanará la fortaleza de tus altos muros: la humillará y echa­rá a tierra, hasta el polvo.