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ESCUCHADME, islas, y esfuér- cense los pueblos; alléguense, y entonces hablen: estemos juntamente a juicio.
¿Quién despertó del oriente al justo, lo llamó para que le siguiese, entregó delante de él naciones, e hízolo enseñorear de reyes; entrególos a su espada como polvo, y a su arco como hojaras­cas arrebatadas?
Siguiólos, pasó en paz por cami­no por donde sus pies nunca habí­an entrado.
¿Quién obró e hizo esto? ¿Quién llama las generaciones desde el principio? Yo el SEÑOR, el pri­mero, y yo mismo con los postre­ros.
Las islas vieron, y tuvieron temor; los términos de la tierra se espantaron: congregáronse, y vinieron.
Cada cual ayudó a su vecino; y a su hermano dijo: Esfuérzate.
El carpintero animó al platero, y el que alisa con martillo al que batía en el yunque, diciendo: Buena está la soldadura; y afir­mólo con clavos, porque no se moviese.
Mas tú, Israel, siervo mío eres; tú, Jacob, a quien yo escogí, simiente de Abraham mi amigo.
Porque te tomé de los extremos de la tierra, y de sus principales te llamé, y te dije: Mi siervo eres tú; te escogí, y no te deseché.
10 No temas, que YO soy conti­go; no desmayes, que YO soy tu Dios que te esfuerzo: ciertamen­te te ayudaré, ciertamente te sus­tentaré con la diestra de mi justi­cia.
11 He aquí que todos los que se airan contra ti, serán avergonzados y confundidos: serán como nada y perecerán, los que con­tienden contigo.
12 Los buscarás, y no los halla­rás, los que tienen contienda con­tigo; serán como nada, y como cosa que no es, aquellos que te hacen guerra.
13 Porque yo el SEÑOR soy tu Dios, que te ase de tu mano dere­cha, y te dice: No temas, yo te ayudé.
14 No temas, gusano de Jacob, oh vosotros los pocos de Israel; yo te socorrí, dice el SEÑOR, y tu Redentor el Santo de Israel.
15 He aquí que yo te he puesto por trillo, trillo nuevo, lleno de dientes: trillarás montes y los molerás, y collados tornarás en tamo.
16 Los aventarás, y los llevará el viento, y esparcirálos el torbelli­no. Tú empero te regocijarás en el SEÑOR, te gloriarás en el Santo de Israel.
17 Los afligidos y menesterosos buscan las aguas, que no hay; secóse de sed su lengua; yo el SEÑOR los oiré, yo el Dios de Israel no los desampararé.
18 En los altos abriré ríos, y fuentes en mitad de los llanos: tornaré el desierto en estanques de aguas, y en manaderos de aguas la tierra seca.
19 Daré en el desierto cedros, espinos, arrayanes, y olivas; pon­dré en la soledad hayas, olmos, y álamos juntamente;
20 Porque vean y conozcan, y adviertan y entiendan todos, que la mano del SEÑOR hace esto, y que el Santo de Israel lo creó.
21 Alegad por vuestra causa, dice el SEÑOR: exhibid vuestros fundamentos, dice el Rey de Jacob.
22 Traigan, y anúnciennos lo que ha de venir: dígannos lo que ha pasado desde el principio, y pon­dremos nuestro corazón en ello: sepamos también su postrimería, y hacednos entender lo que ha de venir.
23 Dadnos nuevas de lo que ha de ser después, para que sepa­mos que vosotros sois dioses; o a lo menos haced bien, o mal, para que tengamos qué contar, y jun­tamente nos maravillemos.
24 He aquí que vosotros sois de nada, y vuestras obras de vani­dad; abominación el que os esco­ge.
25 Del norte desperté uno, y ven­drá; del nacimiento del sol llamará en mi nombre: y hollará prín­cipes como lodo, y como pisa el barro el alfarero.
26 ¿Quién lo anunció desde el principio, para que sepamos; o de tiempo atrás, y diremos: Es justo? Cierto, no hay quien anun­cie, sí, no hay quien enseñe, cier­tamente no hay quien oiga vues­tras palabras.
27  Yo soy el primero que he ense­ñado estas cosas a Sión, y a Jerusalem daré un portador de alegres nuevas.
28 Miré, y no había ninguno; y pregunté de estas cosas, y ningún consejero hubo: preguntéles, y no respondieron palabra.
29 He aquí, todos iniquidad, y las obras de ellos nada: viento y vanidad son sus vaciadizos.