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1 ¡Alaben al Señor, porque es bueno cantar alabanzas a Dios! ¡Alabarle es bueno y maravilloso!
2 El Señor reconstruirá Jerusalén y reunirá al pueblo que ha sido esparcido.
3 Él sana a los de corazón quebrantado, y venda las heridas.
4 Él sabe cuántas estrellas fueron hechas, y las llama a cada una por su nombre.
5 ¡Cuán grande es nuestro Señor! ¡Su poder es inmenso! ¡Su conocimiento es infinito!
6 El Señor ayuda a levantar a los agobiados, pero a los malvados los derriba.
7 ¡Canten con agradecimiento al Señor! ¡Canten alabanzas a Dios con arpa!
8 Él cubre el cielo con nubes para traer lluvia a la tierra, y hace crecer el pasto en las colinas.
9 Él alimenta a los animales, y a los cuervos cuando lo piden.
10 El Señor no se complace de la fuera de caballos de guerra ni del poder humano.* El salmista contrasta la confianza en la fuerza humana, como un ejército poderoso con la verdadera fuente de fortaleza es Dios, como se muestra en el siguiente versículo.
11 En cambio el Señor se alegra con quienes lo siguen, aquellos que ponen su confianza en su amor y fidelidad.
12 ¡Alaba al Señor, Jerusalén! ¡Sión, alaba a tu Dios!
13 Él fortalece las rejas de las puertas de la ciudad, y bendice a los hijos que habitan contigo.
14 Él mantiene las fronteras de tu nación seguras contra los ataques, y te provee del mejor trigo.
15 Él envía sus órdenes por todo el mundo y de inmediato su voluntad es ejecutada.
16 Él envía la nieve tan blanca como la lana, y esparce la escarcha de hielo como cenizas.
17 Él envía el granizo como piedras.† “Piedras”: Literalmente, “trozos de pan”. ¿Quién pudiera soportar el frío que él envía?
18 Entonces con su voz de mando la hace derretir. Él sopla‡ “Sopla”: o, “envía sus vientos”. y el agua fluye.
19 Él proclama su palabra a Jacob; sus principios y leyes a Israel.
20 Él no ha hecho estas cosas por ninguna otra nación, pues ellos no conocen sus leyes. ¡Alaben al Señor!