Salmos. 90. Señor, tú has sido nuestro lugar de descanso en todas las generaciones. Antes de que se formaran las montañas, antes de que hubieras dado a luz a la tierra y al mundo, antes que el tiempo fuera, y para siempre, eres Dios. Tú envías al hombre a su polvo; y dices: Vuelvan al polvo, hijos de hombres. Porque para ti mil años no son más que ayer cuando es pasado, y como una vigilia en la noche. Arrebatas a los hombres como torrentes de aguas, son como un sueño, como la hierba que crece en la mañana. En la mañana es verde; en la tarde es cortada, y se seca. Somos quemados por el calor de tu pasión, y turbados por tu ira. Has puesto nuestras maldades delante de ti, nuestros pecados secretos a la luz de tu rostro. Porque todos nuestros días han pasado en tu ira; nuestros años llegan a su fin como un respiro. La medida de nuestra vida son setenta años; y si a través de la fuerza puede ser ochenta años, su orgullo es solo problemas y tristezas, ya que llega a su fin y nos vamos rápidamente. ¿Quién tiene conocimiento del poder de tu ira, o quién toma nota del peso de tu pasión? Así que danos el conocimiento del número de nuestros días, para que podamos obtener un corazón de sabiduría. Vuelve, oh SEÑOR; ¿cuánto tiempo? deja que tu propósito para tus sirvientes sea cambiado. Por la mañana, concédenos tu misericordia en toda su extensión; para que podamos tener gozo y deleite todos nuestros días. Haznos felices en recompensa por los días de nuestra tristeza y por los años en que hemos visto el mal. Haz tu trabajo claro a tus siervos, y tu gloria a sus hijos. Sea el placer del Señor nuestro Dios sobre nosotros: Oh Señor, fortalece la obra de nuestras manos.