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Un cántico de los peregrinos que van a Jerusalén.
1 Señor, acuérdate de David, y todo por lo que él pasó.
2 Él hizo una promesa al Señor, un pacto al Dios de Jacob:
3 “No iré a casa, no iré a la cama,
4 no me iré a dormir, ni tomaré una siesta,
5 hasta que haya encontrado un lugar donde el Señor pueda vivir, un hogar para el Dios de Jacob”.
6 En Efrata, oímos hablar del arca del pacto, y la encontramos en los campos de Yagar.* Kiriath Jearim. Ver 1 Samuel 7.
7 Vayamos al lugar donde mora el Señor y postrémonos ante sus pies en adoración.
8 Ven, Señor, y entra a tu casa,† Literalmente, “lugar de descanso”, pero en el sentido de que este es el sitio donde alguien vive, es decir, su “hogar”. tú y tu arca poderosa.
9 Que tus sacerdotes se revistan de bondad; que los que te son leales griten de alegría.
10 Por el bien David, tu siervo, no le des a la espalda a tu ungido.
11 El Señor le hizo una promesa solemne a David, una que él una rompería, “pondré a uno de tus descendientes en tu trono.
12 Si tus hijos siguen mis leyes y los acuerdos que les enseñe, también sus descendientes se sentarán en el trono para siempre”.
13 Porque el Señor ha escogido a Sión, y quiso hacer su trono allí, diciendo:
14 “Esta siempre será mi casa; aquí es donde he de morar.
15 Proveeré a las personas de la ciudad todo lo que necesiten; alimentaré al pobre.
16 Revestiré a sus sacerdotes con salvación; y los que le son leales gritarán de alegría.
17 Haré el linaje de David aún más poderoso.‡ Literalmente, “Haré brotar un cuerno para David”. He preparado una lámpara para mi ungido.
18 Humillaré a sus enemigos, pero las coronas que él use brillarán fuertemente”.